Si No Se Sufre, No Es De La U... Desde Chicos

Si No Se Sufre, No Es De La U... Desde Chicos

El fútbol es una montaña rusa de emociones, capaz de llevarnos de la alegría desbordante a la más profunda frustración en cuestión de minutos. Bien lo saben los hinchas, y también los padres de un pequeño bullanguero cuya reacción se ha vuelto viral.

En un video compartido por Scarlett Muñoz (TikTok: _scvrmp), se puede apreciar al joven seguidor de Universidad de Chile viviendo con intensidad el partido de su equipo, pasando algunas rabias y demostrando una pasión que muchos reconocerán.

La publicación original pregunta: "¿CUÁNTOS VIERON ASÍ EL PARTIDO CON LIMACHE?". Y es que la frustración del niño parece haber conectado con muchos aficionados azules que siguieron con nerviosismo el encuentro contra Deportes Limache.

El fútbol es una montaña rusa de emociones, capaz de llevarnos de la alegría desbordante a la más profunda frustración en cuestión de minutos. Bien lo saben los hinchas, y también los padres de un pequeño bullanguero cuya reacción se ha vuelto viral.

En un video compartido por Scarlett Muñoz (TikTok: _scvrmp), se puede apreciar al joven seguidor de Universidad de Chile viviendo con intensidad el partido de su equipo, pasando algunas rabias y demostrando una pasión que muchos reconocerán.

La publicación original pregunta: "¿CUÁNTOS VIERON ASÍ EL PARTIDO CON LIMACHE?". Y es que la frustración del niño parece haber conectado con muchos aficionados azules que siguieron con nerviosismo el encuentro contra Deportes Limache.

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Para Inés Martínez, aún con sus 90 años, nada levanta pasiones como la Universidad de Chile.

No todos los equipos despiertan una pasión que resiste el paso del tiempo, los fracasos deportivos y los años sin títulos. Pero la U no es cualquier equipo. Es una bandera. Un sentimiento que va mucho más allá del resultado del fin de semana, sino pregúntenle a Inés en cada estadio que juegan los azules.

Para muchos hinchas azules, la frase “de la U aunque gane” no es ironía. Es convicción. Es una forma de asumir que el amor por los colores no está condicionado por los puntos en la tabla. Porque ser de la U es creer incluso cuando la historia reciente no acompaña.

La U no ha tenido una década fácil. Títulos esquivos, procesos rotos, promesas incumplidas. Y sin embargo, cada domingo, miles de personas visten la camiseta con el mismo orgullo de siempre. Hay algo en ese vínculo que no se explica con números: se explica con identidad.

El hincha de la U tiene memoria. Recuerda las gestas épicas de los 90, el histórico 2011, los goles de Rivarola, las atajadas de Johnny, la entrega de Osvaldo González, el fútbol de Charles Aránguiz. Pero también recuerda las caídas, las finales perdidas, los años de sufrimiento. Y sigue ahí.

Porque más que un club, la U es una forma de vivir el fútbol. Con pasión, con nervio, con corazón. Sin importar si se gana o se pierde. Lo que importa es estar. Acompañar. Creer.

En una época en que muchas hinchadas se definen por el éxito, la U conserva algo romántico: la idea de que ser hincha es incondicional. Y en eso, tal vez, reside su grandeza.

De la U, aunque gane. Aunque suene absurdo. Aunque parezca al revés. Porque para quien creció amando a la U, no hay resultado que defina ese amor. Solo el orgullo de seguir ahí, siempre.

El verdadero 'quién pudiera': el legado de un distinto

Hay jugadores que, incluso después del retiro, siguen generando admiración. No por nostalgia vacía, sino porque dejaron huella. Porque hicieron del fútbol algo más que correr detrás de una pelota. Porque jugaron con clase, con inteligencia, con elegancia. De esos hay pocos. Y uno de ellos es quien inspira este "quién pudiera": Thierry Henry.

Es cosa de ver la reacción de Cecilio Waterman con el "Mimo" cuando anota por Panamá ante Estados Unidos. Es la reacción al ver a un ídolo.

Se retiró hace poco, pero su nombre todavía aparece en conversaciones de pasillo, en análisis tácticos, en recuerdos de hinchas que valoran lo sutil, lo fino, lo inteligente. Su forma de jugar hablaba por sí sola: lectura del juego impecable, pases quirúrgicos, personalidad serena pero influyente.

No se trata solo de un exjugador. Se trata de una forma de entender el fútbol. De una generación que creció viéndolo como ejemplo, dentro y fuera del campo. Porque no solo marcaba diferencias con la pelota, también con su manera de convivir con el grupo, con su humildad, con su profesionalismo.

Y ahí está lo bonito de esta historia: que incluso después del último partido, sigue inspirando. Porque algunos nacen para jugar al fútbol, y otros nacen para hacerlo mejor.

El verdadero "quién pudiera" no es envidia. Es respeto. Es admiración. Es legado.