¿Assadi juega por regla o por que es bueno?

¿Assadi juega por regla o por que es bueno?

En su nueva columna para Minuto 90, Jorge Gómez, en su espacio #PelotazoM90, aborda los serios problemas que la regla del jugador Sub 21 en cancha representa para los grandes del fútbol chileno: Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica.

Gómez ejemplifica esta situación con el caso de Lucas Assadi en la U. El volante azul, sindicado como el jugador llamado a cumplir con la norma, no ha logrado consolidarse según el columnista, pese a su innegable calidad –fue seleccionado Sub 20 y convocado a la adulta– y el cariño de la hinchada. "Cuando juega no se nota", sentencia Gómez, contrastando con el 2024, donde Marcelo Morales cumplía sin problemas como titular. "Es un jugador muy querido por la gente, cada vez que entra lo ovacionan... pero cuando la U empata o va perdiendo y entra, es el llamado a solucionar el problema y no lo logra", analiza, recordando un gol agónico a Everton el año pasado, pero enfatizando que "uno espera mucho más".

La situación, según Gómez, no es exclusiva de los azules. En Colo Colo, menciona a "Marchand", a quien Jorge Almirón "no lo pone", y en la Católica a "Guilliel", "que lamentablemente se lesionó". Sin embargo, Assadi es "la punta del iceberg" de un problema mayor: la formación de futbolistas en Chile. "Mala alimentación, mala competencia", son factores que, para Gómez, impiden que los jóvenes lleguen preparados al profesionalismo, donde "la crítica es dura con ellos porque los comparamos con extranjeros que vienen de Argentina, Paraguay o de Brasil y claramente la vara está muy dispareja".

La diferencia se nota, según el columnista, cuando los jugadores chilenos emigran: "Después Saravena se va a Brasil, o [un jugador] se va a Dinamarca, y en un mes ya se notan diferencias porque se alimentan mejor, porque entrenan mejor de inmediato". Gómez concluye que la responsabilidad no es solo del jugador: "Al final nos quejamos de un jugador, pero claro, ¿qué le dieron a él para ser mejor? Bastante poco".

El columnista cierra con una pregunta directa a la audiencia: "¿Cuál es el jugador sub 21 que más fe le tienes en tu equipo? Comenta con nosotros". Y deja una reflexión final: "Recuerda que si tienes una oportunidad la tienes que aprovechar". Síguenos en todas las redes sociales de Minuto 90.

En su nueva columna para Minuto 90, Jorge Gómez, en su espacio #PelotazoM90, aborda los serios problemas que la regla del jugador Sub 21 en cancha representa para los grandes del fútbol chileno: Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica.

Gómez ejemplifica esta situación con el caso de Lucas Assadi en la U. El volante azul, sindicado como el jugador llamado a cumplir con la norma, no ha logrado consolidarse según el columnista, pese a su innegable calidad –fue seleccionado Sub 20 y convocado a la adulta– y el cariño de la hinchada. "Cuando juega no se nota", sentencia Gómez, contrastando con el 2024, donde Marcelo Morales cumplía sin problemas como titular. "Es un jugador muy querido por la gente, cada vez que entra lo ovacionan... pero cuando la U empata o va perdiendo y entra, es el llamado a solucionar el problema y no lo logra", analiza, recordando un gol agónico a Everton el año pasado, pero enfatizando que "uno espera mucho más".

La situación, según Gómez, no es exclusiva de los azules. En Colo Colo, menciona a "Marchand", a quien Jorge Almirón "no lo pone", y en la Católica a "Guilliel", "que lamentablemente se lesionó". Sin embargo, Assadi es "la punta del iceberg" de un problema mayor: la formación de futbolistas en Chile. "Mala alimentación, mala competencia", son factores que, para Gómez, impiden que los jóvenes lleguen preparados al profesionalismo, donde "la crítica es dura con ellos porque los comparamos con extranjeros que vienen de Argentina, Paraguay o de Brasil y claramente la vara está muy dispareja".

La diferencia se nota, según el columnista, cuando los jugadores chilenos emigran: "Después Saravena se va a Brasil, o [un jugador] se va a Dinamarca, y en un mes ya se notan diferencias porque se alimentan mejor, porque entrenan mejor de inmediato". Gómez concluye que la responsabilidad no es solo del jugador: "Al final nos quejamos de un jugador, pero claro, ¿qué le dieron a él para ser mejor? Bastante poco".

El columnista cierra con una pregunta directa a la audiencia: "¿Cuál es el jugador sub 21 que más fe le tienes en tu equipo? Comenta con nosotros". Y deja una reflexión final: "Recuerda que si tienes una oportunidad la tienes que aprovechar". Síguenos en todas las redes sociales de Minuto 90.

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En estadios gigantes o en canchas de tierra, el fútbol une. Cruza clases sociales, culturas, religiones e ideologías. El que cree que solo se trata de 22 personas corriendo detrás de un balón, no ha entendido su verdadera magnitud.

El fútbol es identidad. Es cultura popular. Es herencia. Pero también es protesta, espacio de resistencia, herramienta política, canal de expresión. Desde las pancartas en las galerías hasta los cánticos que exigen justicia, desde la visibilidad que le dio el deporte a causas como la igualdad de género, hasta las campañas por la paz, el fútbol ha sido un escenario más para hablar de lo que duele y lo que se sueña.

En América Latina, en particular, esta realidad es aún más intensa. Aquí el fútbol ha servido para denunciar desigualdades, unir pueblos divididos, encender procesos sociales. Los ídolos no solo representan clubes: representan barrios, esperanzas, frustraciones y sueños colectivos.

Y, al mismo tiempo, el fútbol ha sido también un espejo de lo peor: corrupción, racismo, discriminación. Pero su alcance lo vuelve poderoso: lo que se muestra en una cancha lo ve el mundo. Y eso obliga a responsabilizarse del mensaje que se entrega.

Por eso, cuando decimos que el fútbol es un movimiento social, no exageramos. Lo vivimos cada día. En cada gol, en cada hinchada, en cada historia.

El desafío ahora es entender ese poder. Y usarlo. Para construir, para incluir, para unir. Porque si el fútbol tiene esa capacidad de emocionarnos y conectarnos, también tiene la capacidad de transformarnos.

Más que un deporte, el fútbol puede —y debe— ser una fuerza de cambio.