El viejo debate: ¿ver campeón a tu equipo o a tu país?

El viejo debate: ¿ver campeón a tu equipo o a tu país?

Hay una pregunta que atraviesa generaciones, discusiones de sobremesa, mesas de café y cabinas radiales: ¿Qué prefieres? ¿Ver campeón a tu selección en un Mundial o a tu equipo en la Copa Libertadores?

No hay respuesta correcta. Pero sí hay pasiones distintas.

En Reino Fútbol, Kaiser lo dijo sin titubeos: prefiere ver a la U campeón de la Libertadores que a Chile ganando el Mundial. Y esa afirmación, lejos de ser polémica, abre una reflexión más profunda sobre los afectos que construimos en el fútbol.

Para muchos, el club es lo cotidiano. Es lo que se hereda, lo que se vive semana a semana, lo que acompaña en las buenas y en las malas. El club está en la ciudad, en la familia, en la memoria de infancia. La selección, en cambio, aparece de forma más esporádica. Es la nación. Es el estallido colectivo. Pero para muchos, no tiene la misma intimidad emocional.

La Copa Libertadores es el sueño continental. El título que obsesiona. El que separa a los clubes grandes de los legendarios. Y cuando tu equipo nunca la ha ganado, como le pasa a Universidad de Chile, el deseo se vuelve aún más profundo. Casi vital.

Por otro lado, ganar un Mundial parece el pináculo absoluto del fútbol. La gloria máxima. Pero para algunos, es un logro que no toca tan de cerca como lo haría ver a su escudo levantar la copa en Sudamérica.

Este viejo debate no tiene ganadores. Solo tiene hinchas. Y en ese sentido, cada respuesta es legítima. Porque lo importante no es qué elegirías tú. Lo importante es que el fútbol nos hace imaginar esas posibilidades, y en ese ejercicio, nos recuerda por qué lo amamos tanto.

Hay una pregunta que atraviesa generaciones, discusiones de sobremesa, mesas de café y cabinas radiales: ¿Qué prefieres? ¿Ver campeón a tu selección en un Mundial o a tu equipo en la Copa Libertadores?

No hay respuesta correcta. Pero sí hay pasiones distintas.

En Reino Fútbol, Kaiser lo dijo sin titubeos: prefiere ver a la U campeón de la Libertadores que a Chile ganando el Mundial. Y esa afirmación, lejos de ser polémica, abre una reflexión más profunda sobre los afectos que construimos en el fútbol.

Para muchos, el club es lo cotidiano. Es lo que se hereda, lo que se vive semana a semana, lo que acompaña en las buenas y en las malas. El club está en la ciudad, en la familia, en la memoria de infancia. La selección, en cambio, aparece de forma más esporádica. Es la nación. Es el estallido colectivo. Pero para muchos, no tiene la misma intimidad emocional.

La Copa Libertadores es el sueño continental. El título que obsesiona. El que separa a los clubes grandes de los legendarios. Y cuando tu equipo nunca la ha ganado, como le pasa a Universidad de Chile, el deseo se vuelve aún más profundo. Casi vital.

Por otro lado, ganar un Mundial parece el pináculo absoluto del fútbol. La gloria máxima. Pero para algunos, es un logro que no toca tan de cerca como lo haría ver a su escudo levantar la copa en Sudamérica.

Este viejo debate no tiene ganadores. Solo tiene hinchas. Y en ese sentido, cada respuesta es legítima. Porque lo importante no es qué elegirías tú. Lo importante es que el fútbol nos hace imaginar esas posibilidades, y en ese ejercicio, nos recuerda por qué lo amamos tanto.

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Paci: “Pensaba que era imposible no ser de Cobreloa”

En un nuevo capítulo de Reino Fútbol, el conductor Cristián Arcos conversó con el periodista y músico Álvaro Paci, quien reveló una de sus grandes pasiones más allá de sus profesiones: su incondicional amor por Cobreloa.

Lo llamativo, y que genera la pregunta de Arcos, es cómo una persona de Santiago se convierte en hincha de un equipo a miles de kilómetros. Paci explica que, aunque hoy parezca extraño, en su generación era muy común. “Nací en el 75, cuando tenía 6 o 7 años era bastante más habitual. Tenía en el colegio compañeros, la mitad del curso era de Cobreloa”, confesó.

El invitado detalló que su fanatismo nació al crecer viendo a un equipo “prácticamente invencible”, que ostentó un invicto de cinco años en Calama y alcanzó dos finales de Copa Libertadores. Además de la gloria deportiva, a Paci lo cautivó toda la mística del club: “El zorro, la sirena, la onda del naranjo, y también lo que tiene que ver con los mineros, una de las grandes fuentes de riqueza de nuestro país”.

Esta suma de factores forjó su identidad loína a tal punto que, según sus propias palabras, no concebía otra opción. “Yo de verdad pensaba de niño que es imposible no ser de Cobreloa. Le decía a mis amigos: ‘¿Pero por qué eres de la Católica o de la U?’. No lo entendía”, recordó Paci, admitiendo que con el tiempo ha recibido varios “baños de humildad”.

El capítulo completo de Reino Fútbol con la historia de Álvaro Paci ya está disponible en Zapping Sports y en nuestro canal de Youtube.

Julio Martínez: el legado del más grande

En el marco del Día Internacional del Periodista Deportivo, celebrado cada 2 de julio, es una obligación en la industria rendir homenaje a una figura inigualable: el gran Julio Martínez. Su legado no solo marcó una época, sino que se convirtió en un estándar de excelencia que inspira a las nuevas generaciones de comunicadores.

Con un cuidado por la palabra y un “castellano perfecto”, JM trascendió las canchas de fútbol. Fue un hombre que, al ser reconocido por la Real Academia de la Lengua, habló de la “latencia de un corazón regocijado” y que se dirigía a su público como los “amables oyentes”. Su voz no solo narró hazañas deportivas, sino que también se alzó con indignación ante la mercantilización del fútbol, como cuando criticó la venta de Unión Española.

La influencia de Julio Martínez excedió por completo el ámbito deportivo. En la primera Teletón, con un discurso improvisado, despertó los corazones de millones al clamar “un canto a la vida, un canto a la dicha, un canto al amor”. Asimismo, dejó reflexiones profundas sobre la humanidad, como cuando afirmó: “¿Usted cree que alguien gana con la guerra? La guerra la pierde la humanidad”.

JM se transformó en parte de la cultura, la historia y la familia de Chile. Antes de él, el periodismo deportivo era distinto; después de él, todo cambió. Por eso, recordarlo es un deber, y rendirle tributo es simplemente un acto de “justicia divina para el mejor de los nuestros”. Gracias por todo, maestro.