Cruyff: Más que el mejor, el más influyente

Cruyff: Más que el mejor, el más influyente

A raíz del cumpleaños de la leyenda holandesa, Matías Acuña nos sumerge en el debate sobre las figuras más trascendentales del fútbol: Johan Cruyff. Mientras nombres como Pelé, Maradona, Cristiano Ronaldo o Messi suelen dominar las conversaciones sobre el "mejor de la historia", Acuña centra la atención en un concepto diferente pero igualmente poderoso: la influencia.

La trayectoria de Cruyff es fascinante. Desde una infancia marcada por la temprana pérdida de su padre y su desarrollo en el Ajax, el club que se convirtió en su casa, emergió un talento prodigioso, a menudo acompañado de un ego que, según se cuenta, rivalizaba con su habilidad. Su época dorada como futbolista en los años 70 lo vio alzarse con tres Balones de Oro y capitanear a la mítica selección de los Países Bajos en la final del Mundial de Alemania 1974, presentando al mundo la revolucionaria filosofía del Fútbol Total, donde él era la principal figura.

Pero el legado de Cruyff se extendió mucho más allá de su carrera como jugador. Como entrenador, llevó esa misma visión del Fútbol Total al banquillo, conduciendo al FC Barcelona a la conquista de su primera Champions League y estableciendo un paradigma que resuena hasta nuestros días. "El fútbol total es lo más parecido que hoy día conocemos al fútbol moderno", explica Acuña, subrayando cómo principios como la alta presión, la movilidad de los jugadores y la intensidad ofensiva, impulsados por Cruyff desde los 70, son ahora elementos cotidianos en el fútbol de élite.

Johan Cruyff, tal como lo plantea Acuña, es la prueba de que "ser el más grande no significa necesariamente ser el mejor". Su impacto en la evolución táctica y conceptual del juego es innegable, convirtiéndolo en, posiblemente, el personaje más influyente en la historia del fútbol. Y tú, ¿qué opinas? ¿Consideras a Johan Cruyff el más influyente? Deja tu comentario en nuestras redes y súmate a la comunidad de Minuto 90.

A raíz del cumpleaños de la leyenda holandesa, Matías Acuña nos sumerge en el debate sobre las figuras más trascendentales del fútbol: Johan Cruyff. Mientras nombres como Pelé, Maradona, Cristiano Ronaldo o Messi suelen dominar las conversaciones sobre el "mejor de la historia", Acuña centra la atención en un concepto diferente pero igualmente poderoso: la influencia.

La trayectoria de Cruyff es fascinante. Desde una infancia marcada por la temprana pérdida de su padre y su desarrollo en el Ajax, el club que se convirtió en su casa, emergió un talento prodigioso, a menudo acompañado de un ego que, según se cuenta, rivalizaba con su habilidad. Su época dorada como futbolista en los años 70 lo vio alzarse con tres Balones de Oro y capitanear a la mítica selección de los Países Bajos en la final del Mundial de Alemania 1974, presentando al mundo la revolucionaria filosofía del Fútbol Total, donde él era la principal figura.

Pero el legado de Cruyff se extendió mucho más allá de su carrera como jugador. Como entrenador, llevó esa misma visión del Fútbol Total al banquillo, conduciendo al FC Barcelona a la conquista de su primera Champions League y estableciendo un paradigma que resuena hasta nuestros días. "El fútbol total es lo más parecido que hoy día conocemos al fútbol moderno", explica Acuña, subrayando cómo principios como la alta presión, la movilidad de los jugadores y la intensidad ofensiva, impulsados por Cruyff desde los 70, son ahora elementos cotidianos en el fútbol de élite.

Johan Cruyff, tal como lo plantea Acuña, es la prueba de que "ser el más grande no significa necesariamente ser el mejor". Su impacto en la evolución táctica y conceptual del juego es innegable, convirtiéndolo en, posiblemente, el personaje más influyente en la historia del fútbol. Y tú, ¿qué opinas? ¿Consideras a Johan Cruyff el más influyente? Deja tu comentario en nuestras redes y súmate a la comunidad de Minuto 90.

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Jorge Sampaoli: entre el odio y la gloria

Jorge Sampaoli: entre el odio y la gloria

Por Pelotazo

Pocos entrenadores en la historia del fútbol chileno han dejado una huella tan profunda —y a la vez tan dividida— como Jorge Luis Sampaoli. Su nombre está marcado a fuego en la memoria colectiva nacional. Para algunos, es el artífice del título más importante en la historia de la Roja. Para otros, un símbolo de traición, conflicto y egos desbordados.

La paradoja es brutal. Sampaoli llevó a Chile a ganar la Copa América 2015, rompiendo una sequía de títulos que parecía eterna. Su estilo de juego vertiginoso, intenso y ofensivo enamoró al continente. La Roja era admirada, temida, respetada. La generación dorada encontró en él un conductor ideal… al menos por un tiempo.

Pero tras el triunfo vino la fractura. Declaraciones polémicas, conflictos con jugadores, disputas internas con dirigentes. Su salida, lejos de ser limpia, dejó heridas. Y desde entonces, su figura quedó atrapada en el limbo: ídolo para unos, villano para otros.

¿Por qué un técnico que tocó la gloria despierta tanto rechazo? Tal vez porque Sampaoli representa una forma de liderazgo intensa, poco diplomática, áspera. Exigente al extremo, obsesivo, desafiante. No busca caer bien. Busca ganar. Y en esa búsqueda, no todos logran resistir.

Chile no volvió a ser el mismo tras su salida. Y Sampaoli tampoco. Su carrera internacional siguió, pero con resultados dispares. Lo cierto es que nadie quedó indiferente. Porque su paso por la Roja no fue solo un ciclo exitoso: fue un punto de quiebre.

A casi una década del título continental, el debate sigue abierto. ¿Debe ser recordado como el mejor técnico de nuestra historia? ¿O su legado se ve manchado por su forma de marcharse?

En un país donde el fútbol es emoción, es identidad, es memoria, estas preguntas no son menores. Porque el juicio sobre Sampaoli, más allá de las estadísticas, habla también de lo que esperamos —y toleramos— de quienes nos llevan a la cima.

Y como toda figura divisoria, su historia no termina. Se discute. Se reinterpreta. Se vive.

Frustración total: Chile y un fracaso que va más allá de los resultados

Los números no mienten. La Selección Chilena vive uno de sus peores momentos en la historia reciente. Pero reducir el presente de la Roja a estadísticas sería quedarse corto. Porque lo que se ve en la cancha —o más bien, lo que no se ve— refleja una crisis más profunda, más estructural.

Chile está fuera de todo. Sin fútbol, sin identidad, sin respuestas. Y aunque muchos han apuntado sus dardos hacia Ricardo Gareca, lo cierto es que el problema no parte ni termina con él. El “Tigre” asumió con valentía un fierro caliente, pero la herida viene de antes. Años de malas decisiones, de falta de planificación, de ausencia de recambio real.

El equipo luce desorientado. Sin ideas, sin ritmo, sin alma. Las transiciones no existen. La defensa sufre en cada pelota cruzada. El mediocampo no encuentra conducción. Y arriba, la sensación es que todo cuesta el triple.

Pero más grave que el bajo nivel futbolístico es la desconexión emocional. La Roja ya no genera ilusión. El hincha, acostumbrado a sufrir pero también a soñar, hoy solo siente resignación. La llama que encendió a un país entero durante la generación dorada parece completamente apagada.

Los rivales ya no respetan. Ya no hay temor de enfrentar a Chile. Se acabó el miedo escénico. Y eso, más que una derrota puntual, es un síntoma alarmante.

Revertir este escenario no será tarea de un solo técnico. Será necesario un proyecto serio, una reestructuración profunda y el coraje de tomar decisiones impopulares. Porque el fracaso actual no se mide solo en puntos. Se mide en la sensación de vacío que deja cada partido.

Y cuando el fútbol ya no emociona, ya no une, ya no representa... es porque algo mucho más grave está ocurriendo.