En una nueva entrega de su espacio, la periodista Grace Lazcano aborda una realidad cruda y a menudo invisibilizada en el fútbol femenino: las complejidades de migrar para desarrollar una carrera internacional, especialmente cuando se es madre. La invitada para profundizar en este tema fue la destacada delantera nacional María José "Cote" Urrutia.
Urrutia, con experiencia en el fútbol brasileño, compartió su vivencia personal, profundamente marcada por la distancia con su hija. "Yo si no he jugado fuera es por mi hija", confesó de entrada. Al recordar su paso por Brasil, detalló: "Tomé la decisión en ese momento de irme a Brasil. Era porque eran seis meses, porque aunque fueron seis meses, sí lo pasé mal. Me perdí su primer día de clase, me perdí otro cumpleaños, me perdí un día de la mamá, me perdí cosas que al final quizás a los hombres no le duelen tanto. Yo sí lo pasé mal", sinceró la atacante.
La conversación puso de manifiesto la abismal diferencia con el fútbol masculino. Lazcano apuntó a cómo jamás se cuestiona a un futbolista hombre sobre el cuidado de sus hijos al partir al extranjero: "¿Algo que jamás, jamás, jamás se ha escuchado con un futbolista hombre, oye, y se va de Chile? ¿Y qué va a hacer con la hija?", reflexionó la periodista. Urrutia complementó esta visión, señalando: "En el femenino hasta el día de hoy es muy difícil poder llevarte a tu familia contigo... A ellos [los hombres] no los llevan a vivir con alguien más cuando se van por fuera. O sea, al tiro tienen sus casas, sus cosas y pueden llevarse a toda la familia. Es totalmente diferente".
La delantera explicó que las condiciones de asentamiento son dispares, ya que a diferencia de sus colegas varones, las jugadoras en muchos casos no reciben las facilidades para vivir con sus familias y deben compartir vivienda. "Se habla del profesionalismo, de otros lugares, no sé, pero la realidad es que las jugadoras en muchos países, en la gran mayoría de las ligas, viven con más jugadoras. O sea, te llevan a vivir como no te alcanza para ir la jugadora sola y que viva con su familia y sola", detalló Lazcano. Ante esta realidad, Urrutia reafirmó su postura: "Por eso en ese momento tomé esa decisión de poder tener esa vivencia, de poder salir del país a jugar. Por eso no lo he hecho más tampoco. Porque si yo no me voy con la Sofi, para mí es súper difícil. Yo no podría dejarla aquí".
Un testimonio revelador que expone las barreras adicionales que enfrentan las mujeres en el deporte profesional. Mira completa en YouTube la entrevista de @gracelazcano a @coteurrutia9, donde la delantera conversa sobre su presente futbolístico, su inolvidable momento en los Panamericanos, y también de su aventura en el extranjero.
En el marco del 8M, Grace Lazcano, en su columna para Minuto 90, nos ofrece un baño de realidad respecto a la situación actual del deporte femenino y las acciones que se están implementando en otros países. Lazcano subraya que el fútbol no es la excepción y requiere de una ayuda inmediata y decidida.
La columnista plantea una pregunta fundamental: ¿Debe el deporte femenino ser un tema de Estado? Las cifras respaldan la urgencia: "Siete de cada 10 personas consume deporte femenino. Las audiencias se han triplicado desde 2019. Pero sólo el 20 % de la cobertura de los medios está dedicado al deporte femenino". Esta brecha es evidente, al punto que "no hay ninguna mujer dentro de los 100 deportistas mejores pagados del mundo". En el contexto local, Lazcano lamenta que "el campeonato nacional femenino nuevamente no va a tener televisión y la audiencia va a decaer", a pesar de un potencial valor de derechos audiovisuales de "$16 millones por temporada".
Como ejemplo a seguir, se destaca el Reino Unido, donde el deporte femenino se considera "cosa de estado". Allí, "la Liga Femenina de fútbol de Inglaterra superó los $128 millones en ganancias en la temporada 2023-2024", y "ocho de los 15 clubes que más facturan en sus ramas femeninas son británicos". Iniciativas como el Women Sports Investment Accelerator buscan convertir al Reino Unido en "el destino principal de inversión de deporte femenino del mundo", apoyando nueve disciplinas y a 20 líderes para conectar inversores y clubes. Lazcano concluye que "esto no es caridad. Inversión atrae más inversión", ya que se obtiene un producto de calidad si se invierte y trabaja seriamente. La interrogante final que nos deja la columna es: ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR COMO SOCIEDAD? y, en línea con el análisis de Lazcano, ¿creen que el deporte femenino deba ser un tema de estado?
Tras el amargo empate de la Roja ante Ecuador por las Clasificatorias, todas las miradas se posaron sobre Ricardo Gareca. El técnico argentino, lejos de lo que se esperaba, aseguró el problema no es él.
En esta columna, Grace Lazcano coincide, en cierta medida con el Tigre. Pero por más que tenga razón, no puede excusarse de hacer una autocrítica por lo que le compete a él: el juego de la Selección.
Y es que sí. Chile no pierde solo por lo que pasa en los 90 minutos. Pierde porque arrastra años de desorden dirigencial, porque la renovación generacional no se planificó a tiempo, porque aún se depende de nombres históricos sin ofrecer alternativas reales.
El mensaje de Gareca es un llamado urgente a mirar más profundo. No se trata solo de cambiar delanteros o ajustar esquemas. Se trata de cuestionar la base: los procesos formativos, las políticas deportivas, el compromiso real de los clubes con el desarrollo de talentos. Y también, cómo no, de la conexión emocional entre los jugadores y la camiseta.
Sus palabras dejam claro que Chile necesita más que un salvador: necesita un proyecto. Pero, a pesar de eso, no deja de ser vergonzoso lo hecho por la Roja hasta el momento en Clasificatorias.
¿Qué significa ser hincha en tiempos donde el fútbol es cada vez más espectáculo y menos ritual? Esa es la pregunta que, sin querer, se ha instalado con fuerza entre quienes viven la pasión por sus colores. Y la respuesta, como siempre, divide. Esta es la nueva columna de Grace Lazcano,
Por un lado, están los militantes. Esos que no se pierden un solo partido. Que viajan kilómetros por ver a su equipo. Que no solo compran la camiseta, sino que la defienden con el alma. Son los que siguen alentando en la mala, los que arman banderas, los que transforman el estadio en un templo.
Del otro, los espectadores. Los que disfrutan del fútbol, pero a distancia. Que analizan, que critican, que celebran, pero desde la comodidad del sillón. Son hinchas también, pero su vínculo es menos visceral, más racional. Más de highlights que de noventa minutos en el tablón.
En Chile, ambas posturas conviven, a veces con tensión, otras con respeto. Pero lo cierto es que ambas formas de vivir el fútbol tienen valor. Porque al final del día, todos vibran con el gol, todos sufren con la derrota, todos sueñan con la gloria.
Lo importante es no olvidar que el fútbol no es solo lo que pasa en la cancha. Es identidad, es pertenencia, es memoria colectiva. Y ahí, tanto el militante como el espectador tienen su espacio.
Quizás el desafío está en no juzgar al otro, sino en entender que el amor por el fútbol se manifiesta de múltiples maneras. Algunas más ruidosas, otras más silenciosas. Pero todas auténticas.
Ser hincha es un acto de fe. Y como toda fe, se vive a su manera.
Un sentido de realidad
Por Grace Lazcano
Tanto nos va a costar tener un sentido de realidad. La frase golpea como un pelotazo al pecho. No viene de un comentarista extranjero, ni de un hater en redes. Viene desde dentro. De uno de los nuestros. Y por eso duele más.
Este video que ha dado vueltas por Instagram no es cualquier opinión pasajera. Es una declaración que cala hondo. Que retrata a la perfección lo que vive el fútbol chileno hoy: un momento de autoengaño. De evasión colectiva. De excusas repetidas.
No es casual que se vuelva viral. Porque habla sin rodeos del verdadero problema: Chile sigue actuando como si estuviera en la élite, cuando la realidad grita otra cosa. Fracasos en torneos juveniles, técnicos que no duran, jugadores que se pierden entre decisiones mal tomadas y un medio que sigue viviendo del pasado.
La generación dorada fue una excepción, no la regla. Y cada vez que se recuerda con nostalgia ese 2015 o 2016, se refuerza la distancia con lo que somos hoy. Porque mientras otros países invierten en fútbol formativo, infraestructura y gestión moderna, en Chile seguimos peleando por calendarios, cupos extranjeros y el VAR.
¿Tanto nos va a costar tener un sentido de realidad? Sí. Nos cuesta aceptar que ya no asustamos. Que no somos favoritos. Que hay que reconstruir desde abajo, sin promesas vacías ni nombres rimbombantes.
Pero esa aceptación puede ser también el punto de partida. Porque cuando se asume la realidad, se puede empezar a transformarla. Ya no desde la ilusión, sino desde el trabajo. Ya no desde el mito, sino desde el futuro.
El video no es solo una crítica. Es un llamado. Uno que resuena en estadios vacíos, en canchas de tierra, en conversaciones de sobremesa. Uno que incomoda, pero que necesitamos escuchar.
Porque solo así, dejando de engañarnos, podemos volver a creer en lo que algún día fuimos. Y en lo que podríamos volver a ser.