La discusión está encendida entre los fanáticos de Colo-Colo. El equipo de Minuto 90, encabezado por Matías Acuña, se trasladó hasta el Estadio Monumental para pulsar el ambiente y conocer de primera mano la opinión de los hinchas sobre quién debe ser el guardián del arco albo: Fernando De Paul o Brayan Cortés.
Actualmente, Fernando De Paul ha asumido la titularidad, relegando a Brayan Cortés al banquillo, una decisión que ha generado un intenso debate entre la parcialidad colocolina. Las opiniones están claramente divididas. Un sector de los aficionados apoya la continuidad de De Paul, argumentando que "me da más seguridad" y que Cortés "se quedó en el pasado ya". Algunos incluso son más categóricos: "Cortés no, Cortés no, ya era ya, que se vaya para cualquier equipo si no quiere". La percepción de que el iquiqueño ha estado "muy distraído, muy despistado, estado medio lento" en sus últimas presentaciones también pesa para este grupo.
Por otro lado, no son pocos los que defienden a Brayan Cortés. "Para mí Cortés siempre tiene que ser el titular. Creo que Cortés es arquero de selección", afirmó un hincha, destacando la jerarquía del ex Deportes Iquique. Otros apelan a la memoria y a las buenas actuaciones pasadas: "Igual iría con Cortés, porque ha hecho buenos partidos. Creo que en este momento él no se encuentra en su mejor nivel", pero confían en su recuperación. La idea de darle una "segunda oportunidad" y permitirle "resarcir todo lo que hizo" también resuena fuerte.
El debate está lejos de cerrarse y la pregunta sigue en el aire en el Monumental y entre todos los seguidores del Cacique: ¿Quién debe ser el arquero titular de Colo-Colo?
La Copa es otra cosa. Esa fue la frase más repetida en los comentarios tras el arranque de una nueva edición del certamen más importante a nivel de clubes del continente. No es solo un torneo más. Es una competencia donde cada segundo cuenta, donde la presión es distinta y donde el fútbol se vive con una intensidad inigualable.
Así lo reconocieron los propios protagonistas, quienes coinciden en que disputar la Copa Libertadores no se parece a nada. “Se juega con otra mística, con otra garra, con otra pasión”, decían algunos. Y es que en esta competencia no basta con talento. Se necesita carácter, convicción, temple para resistir y audacia para ir a buscar.
Los errores se pagan más caro. Los triunfos se celebran con más alma. Cada partido es una final. Y eso se refleja en la cancha y en la tribuna. La Copa es un escenario donde nacen ídolos y también donde se derrumban certezas.
Chile, que sabe de gloria reciente en esta competencia, enfrenta un nuevo desafío con una generación en plena transición. El recuerdo de las Copas ganadas en 2015 y 2016 sigue vivo, pero el presente exige nuevos nombres, nuevas historias.
Y ahí está el punto clave: en la Copa no hay margen. La exigencia es máxima. Pero también lo es la oportunidad. Cada jugador que entra sabe que puede dejar huella, que puede ganarse un lugar en la memoria colectiva.
Porque sí, la Copa es otra cosa. Y quien no lo entienda, no dura mucho.
Y para quienes la siguen desde afuera, también es especial. Cada gol, cada polémica, cada momento tenso se vive con el corazón en la mano. Porque cuando el fútbol se juega con esta intensidad, se transforma en algo más que un deporte: se transforma en identidad.