El origen de la chilena

El origen de la chilena

En una nueva edición de su popular sección #arcostecuenta, Cristián Arcos se sumergió en los anales del fútbol para desentrañar el origen de una de las maniobras más espectaculares y reconocidas a nivel mundial: la chilena. Respondiendo a las consultas de los seguidores de Minuto 90, Arcos relató la fascinante historia detrás de esta acrobática jugada y el porqué de su nombre, ligada intrínsecamente a una figura clave: Ramón Unzaga.

La historia nos traslada a Ramón Unzaga, nacido en el País Vasco, España, quien llegó a Chile a los 14 años junto a su familia, estableciéndose en la zona de Talcahuano. Además de trabajar como contador y bombero, Unzaga deslumbraba en los equipos locales con una pirueta insólita para la época: lanzarse de espaldas para impactar el balón con fuerza en el aire. Esta jugada, que realizaba "tres, cuatro veces por partido", comenzó a ser conocida como la "chorera", en alusión al gentilicio de la gente y los equipos de Talcahuano.

Unzaga adoptó la nacionalidad chilena y defendió los colores de la Selección Chilena, llegando incluso a ser su capitán entre 1916 y 1920. Fue precisamente durante sus participaciones con el combinado nacional que la prensa argentina, asombrada por la coordinación y audacia del futbolista chileno al ejecutar repetidamente esta maniobra, la bautizó como "la chilena".

Lamentablemente, Ramón Unzaga falleció prematuramente a los 31 años debido a un infarto. Sin embargo, su legado perdura. En 2014, se erigió un monumento en las afueras del estadio El Morro de Talcahuano, inmortalizando a Unzaga en plena ejecución de la famosa jugada.

En una nueva edición de su popular sección #arcostecuenta, Cristián Arcos se sumergió en los anales del fútbol para desentrañar el origen de una de las maniobras más espectaculares y reconocidas a nivel mundial: la chilena. Respondiendo a las consultas de los seguidores de Minuto 90, Arcos relató la fascinante historia detrás de esta acrobática jugada y el porqué de su nombre, ligada intrínsecamente a una figura clave: Ramón Unzaga.

La historia nos traslada a Ramón Unzaga, nacido en el País Vasco, España, quien llegó a Chile a los 14 años junto a su familia, estableciéndose en la zona de Talcahuano. Además de trabajar como contador y bombero, Unzaga deslumbraba en los equipos locales con una pirueta insólita para la época: lanzarse de espaldas para impactar el balón con fuerza en el aire. Esta jugada, que realizaba "tres, cuatro veces por partido", comenzó a ser conocida como la "chorera", en alusión al gentilicio de la gente y los equipos de Talcahuano.

Unzaga adoptó la nacionalidad chilena y defendió los colores de la Selección Chilena, llegando incluso a ser su capitán entre 1916 y 1920. Fue precisamente durante sus participaciones con el combinado nacional que la prensa argentina, asombrada por la coordinación y audacia del futbolista chileno al ejecutar repetidamente esta maniobra, la bautizó como "la chilena".

Lamentablemente, Ramón Unzaga falleció prematuramente a los 31 años debido a un infarto. Sin embargo, su legado perdura. En 2014, se erigió un monumento en las afueras del estadio El Morro de Talcahuano, inmortalizando a Unzaga en plena ejecución de la famosa jugada.

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Beausejour y la revancha personal que se celebra en silencio

Hay momentos en la carrera de un futbolista que no aparecen en los titulares, pero que lo cambian todo. Jean Beausejour vivió uno de esos instantes cuando, en plena concentración con la Selección Chilena, se enteró de que finalmente iba a ser titular. No era un partido cualquiera, no era una alineación más. Era la confirmación de que el trabajo, muchas veces silencioso y fuera de foco, finalmente había rendido frutos.

“Yo le había dicho a un par de compañeros que iba a jugar”, confesó tiempo después. Pero su reacción no fue de euforia ni de alegría desbordada. Fue de determinación. “No me vengan a abrazar ahora”, soltó. Porque Beausejour sabía que el fútbol está lleno de momentos en que se aplaude tarde, cuando la convicción ya viene de antes.

El lateral izquierdo, símbolo de la Generación Dorada, siempre tuvo una relación especial con la Roja. Con dos Mundiales encima, títulos con la camiseta de Chile y una carrera forjada con esfuerzo, su recorrido ha sido más de constancia que de flashes. Y en ese partido, cuando todos esperaban a otro, él demostró que todavía estaba para competir al más alto nivel.

Ese “no me vengan a abrazar ahora” no fue un desprecio. Fue una sentencia. Un mensaje para quienes dudan, para quienes aplauden solo cuando el éxito ya es evidente. Porque Beausejour nunca necesitó aprobación externa para rendir. Su motivación venía de adentro, de ese fuego que arde en los verdaderos profesionales.

En tiempos donde las carreras se construyen a golpe de viralizaciones y marketing, Beausejour nos recuerda que el fútbol sigue premiando a los que no bajan los brazos. A los que se preparan cuando nadie los ve. A los que hablan menos y corren más.

Y en silencio, como tantas veces, volvió a ganarse el respeto de todos.

Bilardo: la mente maestra que cambió la historia del fútbol argentino

Carlos Salvador Bilardo no fue simplemente un entrenador. Fue una mente brillante, un estratega que entendió el fútbol como pocos y que marcó a fuego a generaciones de jugadores y entrenadores. Su legado trasciende títulos: vive en la forma de jugar, de pensar y de sentir este deporte.

En 1986, llevó a la selección argentina a lo más alto del planeta. Su sociedad con Diego Maradona es una de las más legendarias del fútbol mundial. Pero más allá del campeonato, lo que dejó fue una manera de entender el juego: obsesiva, táctica, inteligente. Con Bilardo, nada quedaba al azar. Cada detalle contaba, cada movimiento tenía un porqué.

Sus métodos fueron cuestionados por muchos y celebrados por otros tantos. No era un técnico convencional. Podía hablar de alineaciones en una boda o cambiar un esquema en plena madrugada. Vivía para el fútbol, y el fútbol vivía en él. Desde el Estudiantes campeón de América en los años 60 hasta su obra maestra en México 86, su sello fue inconfundible.

Lo llamaban “el Doctor”, no solo por su título en medicina, sino por la precisión quirúrgica con la que diseccionaba los partidos. Cada jugada tenía detrás horas de estudio, cada resultado era producto de un plan meticulosamente ejecutado.

En tiempos donde el espectáculo muchas veces se impone a la táctica, recordar a Bilardo es volver a las raíces de un fútbol pensado, estudiado y apasionado. Su influencia sigue presente en nombres como Diego Simeone, Néstor Pekerman y tantos otros que bebieron de su sabiduría.

Carlos Salvador Bilardo no solo ganó una Copa del Mundo. Ganó el respeto eterno de quienes entienden que, en el fútbol, la cabeza es tan importante como los pies.