Maracanazo: A 75 años de la hazaña

Maracanazo: A 75 años de la hazaña

Un 16 de julio de 1950, el fútbol mundial vivió uno de sus capítulos más épicos e inolvidables. En un estadio Maracaná con más de 170 mil almas, Brasil y Uruguay definieron la Copa del Mundo en un partido que pasó a la historia. A 75 años de la gesta, el recuerdo sigue intacto.

El anfitrión era el claro favorito. Con un empate le bastaba para ser campeón y la celebración ya estaba preparada. Sin embargo, la selección uruguaya, liderada por el legendario Obdulio Varela, protagonizó una remontada histórica que silenció al país entero y le dio a la Celeste un título que hasta hoy emociona a los futboleros del mundo.

Esta hazaña fue tema de conversación en nuestro programa Reino Fútbol, donde el conductor Cristián Arcos dialogó con el reconocido escritor argentino Eduardo Sacheri. El autor, quien se inspiró en este partido para uno de sus cuentos, destacó el poder de la historia: “Cualquier futbolero cuando conoce la historia del Maracanazo del 50, se enamora. Si lo hacen en Hollywood, no se lo creen”, afirmó.

Sacheri profundizó en los elementos que la hacen tan increíble. “Mirá, un paísito de 3 millones de habitantes contra otro que es la potencia, que es el local, que tiene que salir campeón. Están los diarios impresos del día siguiente, listo. Y Brasil lo va ganando y esos 11 uruguayos lo dan vuelta y lo ganan 2 a 1”. El escritor confesó que, al ser una historia “tan bella y tan redonda”, su desafío fue encontrar un ángulo original para escribir sobre ella, centrándose en “cómo hace un simple mortal para servirse de eso, para enamorar a una mujer”.


Te invitamos a ver la conversación completa con Eduardo Sacheri en el capítulo de Reino Fútbol que ya está disponible en nuestro canal de YouTube.

Un 16 de julio de 1950, el fútbol mundial vivió uno de sus capítulos más épicos e inolvidables. En un estadio Maracaná con más de 170 mil almas, Brasil y Uruguay definieron la Copa del Mundo en un partido que pasó a la historia. A 75 años de la gesta, el recuerdo sigue intacto.

El anfitrión era el claro favorito. Con un empate le bastaba para ser campeón y la celebración ya estaba preparada. Sin embargo, la selección uruguaya, liderada por el legendario Obdulio Varela, protagonizó una remontada histórica que silenció al país entero y le dio a la Celeste un título que hasta hoy emociona a los futboleros del mundo.

Esta hazaña fue tema de conversación en nuestro programa Reino Fútbol, donde el conductor Cristián Arcos dialogó con el reconocido escritor argentino Eduardo Sacheri. El autor, quien se inspiró en este partido para uno de sus cuentos, destacó el poder de la historia: “Cualquier futbolero cuando conoce la historia del Maracanazo del 50, se enamora. Si lo hacen en Hollywood, no se lo creen”, afirmó.

Sacheri profundizó en los elementos que la hacen tan increíble. “Mirá, un paísito de 3 millones de habitantes contra otro que es la potencia, que es el local, que tiene que salir campeón. Están los diarios impresos del día siguiente, listo. Y Brasil lo va ganando y esos 11 uruguayos lo dan vuelta y lo ganan 2 a 1”. El escritor confesó que, al ser una historia “tan bella y tan redonda”, su desafío fue encontrar un ángulo original para escribir sobre ella, centrándose en “cómo hace un simple mortal para servirse de eso, para enamorar a una mujer”.


Te invitamos a ver la conversación completa con Eduardo Sacheri en el capítulo de Reino Fútbol que ya está disponible en nuestro canal de YouTube.

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Bilardo: la mente maestra que cambió la historia del fútbol argentino

Carlos Salvador Bilardo no fue simplemente un entrenador. Fue una mente brillante, un estratega que entendió el fútbol como pocos y que marcó a fuego a generaciones de jugadores y entrenadores. Su legado trasciende títulos: vive en la forma de jugar, de pensar y de sentir este deporte.

En 1986, llevó a la selección argentina a lo más alto del planeta. Su sociedad con Diego Maradona es una de las más legendarias del fútbol mundial. Pero más allá del campeonato, lo que dejó fue una manera de entender el juego: obsesiva, táctica, inteligente. Con Bilardo, nada quedaba al azar. Cada detalle contaba, cada movimiento tenía un porqué.

Sus métodos fueron cuestionados por muchos y celebrados por otros tantos. No era un técnico convencional. Podía hablar de alineaciones en una boda o cambiar un esquema en plena madrugada. Vivía para el fútbol, y el fútbol vivía en él. Desde el Estudiantes campeón de América en los años 60 hasta su obra maestra en México 86, su sello fue inconfundible.

Lo llamaban “el Doctor”, no solo por su título en medicina, sino por la precisión quirúrgica con la que diseccionaba los partidos. Cada jugada tenía detrás horas de estudio, cada resultado era producto de un plan meticulosamente ejecutado.

En tiempos donde el espectáculo muchas veces se impone a la táctica, recordar a Bilardo es volver a las raíces de un fútbol pensado, estudiado y apasionado. Su influencia sigue presente en nombres como Diego Simeone, Néstor Pekerman y tantos otros que bebieron de su sabiduría.

Carlos Salvador Bilardo no solo ganó una Copa del Mundo. Ganó el respeto eterno de quienes entienden que, en el fútbol, la cabeza es tan importante como los pies.

El legado de Sócrates: cuando el fútbol también fue revolución

No todos los ídolos se construyen a partir de títulos. Algunos lo hacen desde la conciencia, desde la valentía, desde la historia. Sócrates, el “Doctor”, fue uno de esos. Un jugador que no solo fue símbolo de talento dentro de la cancha, sino también de resistencia fuera de ella.

En plena dictadura militar en Brasil, mientras el país vivía tiempos oscuros, Sócrates lideró un movimiento inédito en el fútbol profesional: la Democracia Corinthiana. En un mundo donde el jugador solía ser objeto de decisiones ajenas, el “Doctor” y sus compañeros impulsaron una forma de autogobierno al interior del club Corinthians. Cada voto valía lo mismo: desde la estrella del equipo hasta el utilero. Entrenar o no entrenar, concentrar o no concentrar, fichajes, decisiones estratégicas: todo se decidía democráticamente.

Pero lo que comenzó como una forma interna de organización, pronto se convirtió en una bandera. Sócrates utilizó su voz, su prestigio y su inteligencia para enviar un mensaje: el fútbol también puede ser una plataforma de cambio. En un país censurado, el Corinthians se convirtió en símbolo de libertad.

Las camisetas negras llevaban inscritas frases como “Democracia” y los jugadores alzaban sus puños en alto antes de cada partido. En las tribunas, miles de brasileños encontraron un espacio para expresar lo que no podían decir en las calles. Y Sócrates era el rostro de esa revolución.

Podría haberse ido a Europa, pero se quedó. Porque entendía que su lugar estaba ahí, donde el fútbol podía servir para algo más que ganar partidos. Y aunque nunca levantó una Copa del Mundo, su legado es aún más profundo.

Hoy, cuando se habla de activismo en el deporte, cuando los jugadores se manifiestan por justicia, por equidad, por dignidad, hay que mirar hacia atrás. Y ahí estará Sócrates, con su cabeza levantada, con su brazalete al brazo, recordándonos que un gol puede valer mucho, pero una idea clara puede cambiarlo todo.

El legado de Sócrates no se mide en trofeos. Se mide en conciencia. Y sigue más vivo que nunca.